Jesús calma la tormenta
Por Andrew McChesney

Armi Arjuna Palandeng, un estudiante universitario de 21 años, sentió un gran dolor después de que llegar a Buru, la tercera isla más grande de las Islas Maluku de Indonesia. Él y un compañero estudiante misionero habían sido asignados para trabajar durante un año en un pueblo donde no vivían Adventistas del Séptimo Día. Armi no estaba seguro de cómo comenzar a evangelizar. Una noche, dos aldeanos lo invitaron a ir de pesca, y él aceptó con entusiasmo. Miraron al cielo y vieron que el clima era bueno. Esperaban atrapar muchos peces.

El trío se metió en un pequeño bote de madera y zarpó hacia el océano. Cuando la barca estaba lejos de la costa, el clima cambió abruptamente. Un viento feroz comenzó a soplar. La lluvia comenzó a caer. Grandes olas chocaron contra el bote. Armi y sus dos amigos frenéticamente sacaron agua de la barca y, al ver que eso no ayudaba, arrojaron sus redes de pesca al océano. Querían hacer el barco más ligero para que no se hundiese.

Pero nada ayudó. Finalmente, los amigos de Armi dijeron que la barca solo era lo suficientemente fuerte para salvar a una persona y que dos de ellos tendrían que saltar al océano.

Armi no sabía nadar, pero dijo: “Soy misionero, así que iré primero”.

Un amigo respondió: “¡No! Quédense en la barca porque somos pecadores”.

El otro amigo expresó: “Si sobrevives, puedes ayudar a muchas personas”.

Armi estaba sorprendido de que sus dos amigos, que estaban casados ​​y tenían hijos, estuvieran dispuestos a morir para que él pueda vivir. Pero él no quería que murieran. La desesperación se apoderó de él. Se sintió fracasado como misionero. Mientras la lluvia caía y las olas sacudían violentamente la barca, Armi repentinamente sintió una pequeña voz decir, “Ora”. “¡Qué gran idea!” Pensó Armi. Pero él quería arrodillarse para orar. Agarrando una cuerda, se colocó en la violenta barca. Cerrando los ojos y respirando profundamente, gritó: “¡Señor, ayúdanos! ¡Sálvanos porque sabemos que puedes salvarnos! ”

Gritando con todas sus fuerzas, repitió la oración: “¡Señor, ayúdanos! ¡Sálvanos porque sabemos que puedes salvarnos! “

Armi repitió la oración una y otra vez durante tres minutos. Luego dijo “Amén” y abrió los ojos. En ese momento, la tormenta desapareció. El viento se detuvo y el océano quedó quieto. Las nubes oscuras se alejaron, y las estrellas brillantes brillaron. Armi se sorprendió y gritó: “¡Señor, muchas gracias!”

Sus dos amigos lloraron de alegría mientras conducían la barca de regreso a la orilla. En el camino, vieron una red de pesca que habían arrojado durante la tormenta y se detuvieron para recuperarla. La red estaba llena de peces. Cuando la barca aterrizó, los aldeanos corrieron a la orilla para saludar a los pescadores. Habían visto a los hombres navegar y pensaron que la barca se había hundido en la tormenta.

Asombrados, preguntaron qué había pasado, y los amigos de Armi les contaron ansiosamente sobre la oración contestada. Los aldeanos querían comprar los peces milagrosos. Pescaron tanto como nunca antes. Después de esa noche, la gente acudió a Armi para escucharlo contar la historia sobre la tormenta. Le hicieron muchas preguntas sobre Jesús. Cuatro personas fueron bautizadas. ¡Gloria a Dios!

Hoy, tres años después, el pueblo tiene su propia iglesia adventista, y 20 personas adoran allí cada sábado.

Armi, ahora de 24 años y estudiante de teología en Universitas Klabat, una universidad adventista en Indonesia, dijo que agradece a Dios por su año de misión con la organización del Movimiento 1000 Misioneros, que envía estudiantes misioneros por Asia. “La experiencia de pesca nos ayudó a ganar la confianza de la gente”, dijo. “También edificó mi fe en Dios. Siempre recordaré el milagro en el mar”.